Para algunos puede resultar un
lugar común hablar de Chaplin como un genio del cine. Sin embargo, vale la pena
recordar por qué ese vagabundo, de pantalones grandes y sombrero de bombín
sigue conmoviendo y, sobretodo inspirando a nuevos realizadores.
Antes de entrar a los detalles
específicos del filme en cuestión. Es importante situar a “The Kid” en un
periodo histórico, pues en el año 1921 el cine estadounidense se encontraba en
la llamada época dorada del cine mudo. Un periodo de prosperidad económica que
benefició a toda la sociedad he hizo que la economía siguiera creciendo a un ritmo
que no se había registrado antes, generando una burbuja especulativa.
Chaplin se atrevió entonces en
lanzar un filme de larga duración (para algunos autobiográfico) y supo combinar
el género de comedia con toques de tragedia que supieron atrapar a un
espectador, tal vez no con su narrativa o con grandes movimientos de cámara
sino mostrado un conexión humana entre Charlot y el pequeño Coogan. La
utilización de la mirada fija al objetivo pudo hacer partícipe al espectador, como
en la escena cuando el niño es secuestrado por los trabajadores sociales.
Asimismo, algunos aspectos del
decorado como los tejados, las puertas de las casas, y los callejones ingleses
reflejan fielmente esa implicación emocional del director con un contexto
cercano a su vida, una infancia de abandono.
En lo personal algo que llamó mi
atención de la película fue la escena final del sueño que presenta efectos
especiales y recursos creativos que nos hacen recordar a George Mélies y su intento
por fusionar la magia y el cine. Y al mismo tiempo, está la temática de la
adopción paternal en solitario, al dar esa otra perspectiva de que el cuidado
de un niño no es exclusivo de las mujeres. Asimismo, el planteamiento de la
crítica social capitalista a través del uso vestuarios estereotipados, por
ejemplo, me parece formidable.
Eduardo Noblecilla
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